Ciudades de verano

Hay una realidad que siempre me gusta: las ciudades en verano de noche. Calles desiertas antes del amanecer, con una iluminación que parece una cortesía para los imprudentes afortunados que las transitan. Un aire tan fresco que uno juzgaría, en momentos de ligera ebriedad, mejor que el del campo.
La cosa mejora si vas en bici. Puedes ir a contramano por carreteras donde los coches se agolpan en las horas punta, sin que nadie te moleste, sin más ruido que el de las ruedas de tu bici contra el asfalto. Los semáforos, marcando sus ritmos para nadie, parpadean y yo les sonrío al pasar preguntándome "si nadie ve que el semáforo se ha puesto en rojo, ¿realmente se ha puesto en rojo?".
Pedaleo con todas mis fuerzas por las calles llenas de comercios cerrados, donde por el día está prohibido pasar en bici, regocijándome en mi soledad. Después alejo los pies de los pedales, cierro los ojos y me dejo llevar.  En ese instante, en el que siento el aire cálido de la noche en mi cara y mis pulmones, deseo con todas mis fuerzas que siempre sea verano, que siempre tenga una bici y que siempre pueda hacer carreras nocturnas por calles desiertas.

Comentarios

Golfo ha dicho que…
Touché...
Hasta en el semáforo...
http://golfo.blogspot.de/2006/08/walking-or-dont-walking-around.html

Y ese deseo tan grande de permanecer arropado en esa verdad mañanera. Qué hora más cojonuda ¿verdad?


Calíope ha dicho que…
Increíble. No había leído tu post. Está claro que los semáforos de madrugada, cuando pierden su función primordial, cumplen otra mucho mejor: inspirarnos! :)
Desde luego esa es la mejor hora. Hay quien elige levantarse pronto, otros se acuestan tarde, pero esa hora es tierra de nadie y me encanta.

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