Como sucede a menudo hay que dejar ir a los cretinos

Por sorpresa, como sucede a menudo, me dijo que estaba con alguien. Apenas una semana había pasado desde la última vez que me acarició el pelo entre las sombras de las sábanas. Sentí una infelicidad conocida frente al espejo mientras seguía con la mirada el camino de mi última lágrima. No era de tristeza, era de melancolía. Muy quieta, para no quebrar esa sensación frágil, miraba resbalar la gota y avergonzándome, pero solo un poco apenas, suspiré de alivio. El sol, bajo ya en el horizonte, se reflejaba en la pared, y la luz, que se colaba por los resquicios de la persiana, se desvanecía lentamente.  Con ese cambio de atmósfera empecé a darle la espalda a mi yo del espejo y a dejar atrás el recuerdo de lo cretino que había sido para abrazar la libertad de no estar encadenada a sus caprichos. Me llamó la luz blanca del pasillo, dediqué una pizca de desprecio a su memoria mientras me arreglaba el flequillo de reojo y salí de ahí para siempre.

Sonaba Autogrill. Grazie, Guccini.


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