Huir



¿Quién no ha fingido estar a gusto en un sitio del que en realidad deseaba desaparecer?
Las convenciones sociales nos obligan a soportar las situaciones más insospechadas, o peor, terriblemente predecibles, y nosotros aguantamos estoicamente. Hasta sonreímos.

¿Nunca habéis sentido ganas de decir una barbaridad, una blasfemia tal que dejara a todos boquiabiertos? ¿De levantaros de un salto de una tertulia tremendamente aburrida y gritar como unos posesos? ¿De salir corriendo en mitad de una sobremesa sin más explicación que un "ahí os quedáis"?

Yo sí.

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