Las arañas australianas

Hoy tenía una araña en el pelo. Era una pequeñita. He debido de quedarme quieta más de 15 minutos, que es como te salen arañas aquí en Australia. Cuando dejo algo en un lugar por más de 15 minutos hay un altísimo porcentaje de que al volver a por ello haya sido colonizado por una araña.

Al principio me daba mucho asco y me pasaba el día mirando con recelo los objetos y dando pequeños manotazos nerviosos para quitar los hilillos blancos y espantar a sus odiosas ocupantes. Ahora ni me inmuto, cojo las sillas del jardín o saco los contenedores (que tienen más telarañas que veinte desvanes de pueblo juntos) hundiendo los dedos de lleno en la viscosidad.

Veo arañas trepando por las paredes y las observo desde una cierta distancia a ver si adivino de qué tipo son. Las que saltan me siguen dando pequeños sustos porque nunca sé dónde van a parar; la estás mirando andar por el lavabo y de repente se planta en el escote de tu camiseta, zas!

Algunas me dan miedo por lo que pueden hacerme, pero en general he empezado a mirarlas con indiferencia. Son solo una parte de la extrañeza de vivir aquí.

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