Los días grises y fríos de noviembre me hacen pensar. Pienso que hace mucho que no escribo ¡con la de cosas que han pasado! Por ejemplo que en la oficina de correos ya no quedasen bombillas (algo que me deja atónita, porque después de los sellos ¿qué hay más importante que las bombillas en Correos? Pues no quedaban, oiga), que la compañía de teléfonos me hiciera enfadar (varias veces), que tengo una estantería nueva, que me he matriculado en la Universidad (otra vez), que me han traído la máquina de coser que era de mi abuela y que no sé enhebrar, que mis botas favoritas se han roto...

Y me levanto perezosa en estas mañanas lluviosas preguntándome: ¿qué cosa importante me pasará hoy? ¿tendrá un nuevo arañazo el coche? ¿me hablará el chico de la sudadera de cuadros del autobús? ¿me enfadaré? ¿conseguiré llegar a clase? ¿lloverá y me mojaré los pies? ¿hasta cuándo aguantará mi maltrecho paraguas negro?

Puede que pase algo importante; o puede simplemente que sea un día normal en el que de repente me dé cuenta de quién soy y de que no me gustan los días así. Y entre tanto rezo para que mi paraguas aguante.

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