El Oráculo

Fue un viernes de resaca tremenda en un julio abrasador. Era el último día de un trabajo que odiaba y estaba encantada de abandonar, a punto de irme de viaje con un billete sólo de ida. Recuerdo que quería llegar a casa cuanto antes, así que paré un taxi. Me subí y conocí al Oráculo. No llevaba túnica, ni estaba en Delfos. Tampoco había que llevarle presentes para que te dijera tu destino. Bastaba con pagarle la carrera.

Era un hombre de unos 65 años, enjuto, moreno, de piel curtida y pelo blanco.
Después de decirle donde iba empezó a hablarme con una voz de fumador de toda la vida, de los que de vez en cuando acompañan el cigarro con licores espesos. Yo le escuchaba entre agotada y curiosa mientras miraba hipnotizada la cruz oscilante del retrovisor.

Me contó mil cosas sin que yo le preguntara ninguna: que tenía una hija, muchos amigos, que vivía en la Macarena, que sabía echar las cartas... también que había escrito un libro de poesía que por lo visto leía ocasionalmente en el Ateneo. De repente empezó a recitar, orgulloso de su obra:
 
Un niño le preguntó a un viejo,
“¿Qué es la vida?”
Y una lágrima rodó por su mejilla
Yo le pregunté
“¿Qué es la vida maestro?”
Y fijando mi pupila
Me contestó
Cuando seas viejo y un niño te pregunte
y una lágrima como ésta ruede por tu mejilla
entonces sabrás qué es la vida.

Me miró a los ojos a través del retrovisor y concluyó muy serio: "para saber lo que es la vida hay que vivirla". Por si no lo había entendido. Yo asentí. Dadas mis circunstancias de entonces me pareció muy apropiado.

Por fin llegamos, pagué lo que marcaba el taxímetro y cuando me estaba bajando del coche me cogió del brazo. Me quedé clavada y le miré a los ojos sin saber qué hacer. Pasaron 2 microsegundos eternos al cabo de los cuales me susurró "Yo te auguro un gran futuro".
Me soltó, cerré la puerta del taxi y desde mi trocito de acera miré cómo se alejaba.

Mientras lo veía desaparecer pensaba que quizá Delfos no siempre está en Grecia.

Comentarios

Entradas populares